FENA

Menstruar es un derecho humano

Entrevista a Sofía Slobodjanac Parisí

Sofia es profesora de Tantra y educadora sexual, investigadora independiente y escritora. Se desempeña como Terapeuta Ayurveda especializada en sexualidades y pedagogía menstrual. Además le gusta definirse como “cantora y artista”. Como creadora y coordinadora de Mujer Pulpo, se dedica al empoderamiento de la sexualidad y creatividad de la sociedad en su conjunto.


En esta primera parte de la entrevista que hicimos con Sofia hablamos de la salud de las mujeres en el sistema capitalista y patriarcal, el impacto de la mirada negativa sobre nuestro cuerpo y el rol de los medios de comunicación.

En “Menstruar es un derecho humano” decís que los problemas de salud de las mujeres son fundamentalmente sociales, ¿por qué?

Vivimos en una sociedad que no inocentemente, sino todo lo contrario, hace omisión e ignora, invisibiliza, las particularidades fisiologicas, biologicas y emocionales de las mujeres en pos de una sumisión, en primer lugar, frente el patriarcado y posteriormente al capitalismo. Para que el sistema funcione es necesario que las mujeres estén desconectadas de su salud y estén conectadas con el “sistema adictivo”. Desconectadas de sus propios deseos y conectadas con el sistema de producción, y con cualquier otra cosa que nos haga sentir que nos podemos agarrar de eso para sobrevivir, emocional y socialmente. El sistema está montado sobre esas bases, por lo tanto, se ignora y se genera ignorancia en relación a las particularidades de los cuerpos de las mujeres, gestantes y menstruantes.

En este contexto se crea una medicina hegemónica que no tiene en cuenta todo eso. En argentina recién en 1993 fue obligatorio incluir a las mujeres en los ensayos clínicos sobre enfermedades. Lo cual genera un nivel de iatrogenia terrible, porque un cuerpo con hormonas femeninas no funciona igual que un cuerpo que no las tiene. Ese es el nivel de ignorancia e invisibilización de las diferencias.

El sistema capitalista y el patriarcado necesitan homogeneizar todo en pos de someter, a todo lo que siente, a todo lo que es diferente, y a todo lo que no es fácil de encastrar, ni emocional ni hormonalmente. Sugiero leer un texto de Beatriz Paul Preciado que se llama Terror Anal, en donde habla del sistema de los “santos padres”, que son la iglesia, el estado, la patria. Este sistema oprime a las mujeres, pero también irónicamente, a los hombres les vende privilegios en tanto se castren sexual y emocionalmente. La autora dice que “se meten un dólar por el culo” y así canjean su sensibilidad, y su diferencia y divergencia por privilegios. No dejan de ser, también, sometidos por el mismo patriarcado y el sistema adictivo.

Esta sociedad que castra y quiere homogeneizar busca controlar la salud de quienes menos privilegios tienen pero que a su vez son más del 50% de la población. Necesitan controlar de alguna manera, y la manera que eligen es invisibilizar, violentar e intervenir todos los procesos motorizados por el deseo y las hormonas. Un sistema con estas características, explica por qué recién en 1998 se define la anatomía completa del clítoris. Es tremendo el nivel de invisibilización.

El tejido cultural sostiene una visión negativa del cuerpo “femenino”, ¿podrías dar ejemplos de los dispositivos sociales que reproducen esta negatividad?

Esta visión negativa del cuerpo femenino está entretejida en todos los niveles: el Estado, la escuela, las instituciones médicas, los medios de comunicación, la misma familia, y, sobre todo, los vínculos entre personas. Por ejemplo, desde la ciencia no se estudian las potencialidades de tener hormonas femeninas y lo que pueden ser a nivel creativo, lo que pueden crear como redes vinculares, la inteligencia de la intuición, del estrógeno, de la progesterona. “Son las hormonas” es una frase cultural peyorativa que se extiende impunemente a través de todos los estratos sociales e instituciones para desmerecer e invisibilizar la subjetividad de las mujeres. Nunca se atiende la inteligencia de las hormonas, pero sí se enfatiza en que las hormonas generan una supuesta “locura”. ¡Claro que generan una locura! Estamos completamente intervenidas en nuestros funcionamientos naturales corporales, y al mismo tiempo tenemos internalizada la idea del flagelo que es tener el cuerpo que tenemos y las hormonas que vivimos. ¿Cómo no la vamos a pasar mal? Si los pulsos hormonales y psíquicos, completamente naturales para nuestros cuerpos, son tergiversados y puestos al servicio del sistema, un sistema al que nuestra intuición sexual, nuestra intuición corporal, nuestra intuición vincular no le sirven porque no se pueden monetizar. No se pueden desarrollar, son tabú. Ese por ejemplo en relación al relato social de “son las hormonas”.

Otro ejemplo de dispositivo que reproduce esta visión negativa son las mismas instituciones médicas que ignoran las especificidades de las pacientes y sus dolores. Si vos tenés un dolor, infinito, y vas al médico, y te dice que “No puede estar pasando esto” ¿entonces qué? Si quien tiene que cuidarme dice que lo que le digo no es posible, que no entra dentro de los esquemas, que no puede ser, entonces pienso “Estoy loca. Soy una exagerada”. Eso genera una violencia interiorizada muy grande. Si tenés mínimos recursos emocionales, o una red vincular que te pueda decir “Che, te dijo cualquiera ese médico” buenísimo, pero no es el caso de la mayoría de las personas. La violencia interiorizada que genera la medicina, al negar e invisibilizar los dolores y las problemáticas de salud de las mujeres por qué no entran dentro de sus esquemas, de sus instituciones o dentro de las redes y posibilidades de los libros de medicinas es atroz.

Hablabas también de los medios de comunicación…

Los medios de comunicación son otro gran ejemplo: establecen permanentemente cómo debe ser o cómo es deseable el cuerpo femenino y, te “anotician”, te advierten que si no tenés esas características no vas a ser tenida en cuenta, amada, ni deseada. Las publicidades son propaganda de un sistema capitalista que dice “Ya no te van a molestar esos kilitos de más”, “Ya no te van a molestar esos pelitos de más”, “Ya no te va a molestar esa menstruación inoportuna” para que sigas con tu vida productiva, capitalista, patriarcal, como si no te pasara nada por dentro. Es otra forma de dispositivo que reproduce la negatividad sobre el cuerpo femenino, porque los cuerpos reales, los que tienen kilos, pelos y sangre, no son deseables según este planteo publicitario, poco humano y poco ético.

¿Qué propondrías para que haya un cambio de paradigma en la comunicación en cuanto a la salud femenina?

El tema de los medios de comunicación es que, al ser masivos, reproducen realidades globalizantes y homogenizantes, y los financian y sostienen las corporaciones. A menos que haya una redistribución de la comunicación a nivel más comunal, más democrática y humana, no creo que se pueda realmente filtrar un mensaje humanista y feminista real. Creo que el cambio de paradigma tiene que ver con democratizar y comunalizar los medios de comunicación masiva: radios comunitarias, espacios abiertos, centros culturales, todo lo que permita estar más en contacto directo y de manera más democrática.

Teniendo en cuenta este poder de los medios por su alcance y por ser formadores de sentido en términos culturales, ¿qué herramientas podemos desarrollar desde nuestra particularidad, desde nuestros espacios?

Hoy en día con las posibilidades que dan las redes sociales de hacer conocer voces diversas hay más llegada de esa diversidad. Creo que está bueno desarrollar asociaciones, cooperativas, reunirse con la gente del barrio, recuperar lo comunal y crear cosas en conjunto. Al mismo tiempo estar presentes en los espacios donde haya que debatir, encontrarnos con la opinión ajena, y realmente aprender a consensuar en la vida real. Hay una predisposición a ir y pelearse por facebook, un espacio donde muchas veces la gente desagota su violencia, pero limitar las redes a eso, sin hacerse cargo de la realidad social no construye. Lo que impacta es generar radios comunitarias o podcasts, programas, nuevos contenidos y que se escuchen las voces de las personas reales, de cada comuna, de cada pueblo.

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