Donación de barbijos

Donación de barbijos

Estar cerca cuando no podemos acercarnos: Donación de tapabocas

Hay una pregunta que no podemos sacarnos de la cabeza: ¿Cómo hacemos para estar presentes si no podemos acercarnos?

Desde 2013, la iniciativa Ñande Kuera Haitema (@ahoranosotrxs) es la  constante en nuestro trabajo: todas las semanas desarrollamos los talleres de expresión corporal y artística y nos encontramos con las mujeres del Barrio Mugica (o villa 31 BIS).

Desde que empezó el aislamiento obligatorio nuestros encuentros se interrumpieron y desde ese mismo momento estamos trabajando con las mujeres de Ñande para encontrar nuevas maneras de vincularnos.

Afortunadamente las redes feministas nos sostienen y tenemos aliades que nos ayudan a estar cuando cambian las necesidades y las posibilidades.

La semana pasada recibimos donaciones de 1500 tapabocas que se están repartiendo desde el 6 y hasta el 10 julio en el barrio.

Usando como centro de distribución el Comedor San Nicolás, las mujeres de Ñande están coordinando las entregas con otres referentes del barrio de manera que se distribuyan en los distintos sectores de la Villa 31 BIS pero limitando la exposición y circulación. 1000 de esos tapabocas fueron una donación de LULEÅ mindful una empresa B, dedicada a la indumentaria para yoga; y los 500 restantes fueron donaciones individuales.

Mientras seguimos buscando la respuestas para que estar aisladas no signifique estar solas, estas acciones nos permiten sostener el trabajo hecho y seguir sumándole valor a este espacio que, ahora que dejó de ser físico, es más necesario que nunca.

¡Gracias por ayudarnos a sostener FENA!

#ñandeKueraHaitema #Ahoranosotrxs #SomosFena #BarrioMugica #Villa31BIS

Cuerpos en cuarentena

Cuerpos en cuarentena

Cuerpos en cuarentena

Entrevista a Lux Moreno – Activista Gordx, Escritora y Profesora de Filosofía.

La situación de encierro por la pandemia intensificó las demandas sobre el cuerpo, pero, sobre todo, demandas en tensión para un mismo cuerpo: “Producí pero descansá”, “Distraerte pero formate”, “Cociná pero no engordes”. ¿Qué pensas de esto y de los mensajes que se difunden en los medios para instalar y reforzar esas demandas? 

Pienso que en esto que ustedes llaman “demandas” hay un reforzamiento de las formas de producción capitalista que se centran, básicamente en valorizar el cuerpo: La idea de que un cuerpo tiene que ser hiper productivo. Ahora, lo que sucede es que tiene que cumplir en un doble sentido: tiene que consumir pero también tiene que cumplir con las normas sociales. Es un cuerpo que tiene que hacer 50 panes pero a la vez tiene que estar en forma. Este fenómeno que parece nuevo y particular de la cuarentena, es un reforzamiento de los modos de producir sujetos del sistema de consumo. No es algo nuevo sino que la contradicción es más evidente.

¿Crees que en confinamiento y con la pandemia “afuera”, el gordo-odio se recrudece?

Creo que el confinamiento y la vigilancia sobre un virus que puede afectar a personas de determinado rango etario o con ciertos antecedentes médicos han generado un reforzamiento de algunos mandatos sociales que estuvieron siempre dando vueltas. No de todos, porque se hace especial hincapié en los mandatos que tienen que ver con la corporalidad. Hay un reforzamiento en el cuidado de tu cuerpo en el sentido del peso corporal, como si lo saludable sólo fuera medible en ese peso corporal y en las actividades que vos realizás.

Se sigue instalando la idea del cuerpo gordo como una amenaza. Circularon una gran cantidad de memes y chistes sobre el “engordar” como lo peor que puede pasarte. ¿Por qué crees que aún en medio de una pandemia se sigue instalando a la gordura como el enemigo?

No creo que la gordura se haya instalado como enemigo durante la cuarentena sino que es una violencia que se venía dando -y se venía dando en escalas muy fuertes- y que adicionalmente se recrudeció en este periodo.

La gordura aparece como un enemigo desde 1995 cuando empezaron las primeras políticas internacionales en contra de la gordura. La gordura ya era un enemigo público. Lxs gordxs son enemigos públicos porque demuestran que el capitalismo no puede optimizar TODOS los cuerpos. Y ante eso, como estos cuerpos no se pueden tapar, no se pueden eliminar por arte de magia, se los convierte en aquello que se señala, que se repudia y a partir de ese señalamiento se reproducen las normas para todos los otros cuerpos. Esto es lo que hacen los chistes y los memes que están circulando sobre gordofobia específicamente: reforzar las normas y las jerarquías sociales sobre los cuerpos. 

Lo más preocupante es que hoy, incluso dentro de los feminismos, sigue pasando que pedimos por los cuerpos de las mujeres e identidades no binarias pero no por los cuerpos de lxs gordxs. Esa jerarquía de los cuerpos se sigue repitiendo en todos lados. Me parece que repensar el cuerpo aparece en el 2020 como una forma necesaria para poder pensar la inclusión.

Al cambiar -o desaparecer- las interacciones sociales, ¿Qué pasa con nuestros cuerpos? ¿Cómo es que siguen operando mandatos sobre si estamos vestidas “bien o mal”, la depilación, cómo tenemos el pelo? 

Yo creo que hay algo muy interesante: pensar que la norma está afuera es un error. El mandato no está afuera, no me siento mal cuando voy al supermercado, sino que la norma se juega adentro y en las redes sociales, en aquello que yo comparto sobre  “mi vida dentro en la cuarentena”. Somos todos policías de los cuerpos. 

Está también la idea de “nueva normalidad”, que se está usando tanto, que es un gran problema. No porque sea -o no- normal o porque sea -o no- nuevo, sino porque ¿qué es lo normal? ¿Cómo definimos qué es normal y, más aún, en cuarentena?

Se está instalando una especie de “normalidad” de la vida en cuarentena que dá por dados una serie de privilegios como el espacio físico, la privacidad, hasta los dispositivos tecnológicos. 

Se dan ciertas “obligaciones” que son elitistas porque presuponen que tenés un espacio para hacer ejercicio, o la privacidad para poder tener una videollamada, o la conexión a Internet para sostenerla. Alguien que está en un barrio vulnerado y no puede quedarse dentro de su casa, o alguien que vive en una habitación en la que no se cumplen las normas del aislamiento obligatorio, lo va a vivir necesariamente distinto. Su “normalidad” es otra. 

Yo podría decir que todos vivimos de la misma manera la cuarentena y que hay gente a la que le ha resultado muy funcional, pero hay otras personas para las que es un proceso traumático, que genera ansiedad, que genera situaciones de angustia. 

Sobre las “obligaciones” que se crean en este contexto, y sobre cómo las demandas sobre los cuerpos siguen pesando, ¿qué pasa con las exigencias de la imagen como “verse bien en la videollamada” o en las stories, las selfies, etc?

Respecto a la imagen me parece interesante retomar esta idea: ¿Qué es la imagen?  o ¿Qué busca representar esa imagen? ¿Qué nos pasa en la “espectacularización” del cuerpo por medio de las videollamadas? Algo sucede que hace que, de alguna manera, dejemos nuestra corporalidad y la pensemos netamente como una imagen. 

Yo creo que no es que estamos más conscientes de nuestra imagen sino que estamos más conscientes de que esa imagen es un objeto de consumo y que tiene cierto valor. Cuando nuestro cuerpo es sólo algo que se ve quedamos de frente al mismísimo dispositivo de la espectacularización.

¿Cómo hacemos para aceptar nuestros cuerpos sin sentirnos interpeladas por estos mensajes? ¿Qué herramientas tenemos especialmente cuando estamos aisladas?

La pandemia nos expone a  un suceso de aislamiento particular. Es traumático en un sentido muy fuerte porque estamos frente a la posibilidad de que el sistema de salud -tal como lo conocemos-, colapse y no pueda dar respuesta a las demandas de la población. Pero al mismo tiempo, estamos ante un cambio en las rutinas, lo que antes mencionamos como un cambio en la “normalidad”.

De repente cambia la relación física con los otros y hay un nuevo juego de distancias que necesariamente nos pone ante una situación angustiante. Ante el reforzamiento de los mandatos sociales sobre el cuerpo  respondemos cómo podemos. 

No sabemos qué va a aparecer ahora como “nueva norma”. Entonces hay un reforzamiento de los dispositivos de control. Básicamente, una se agarra mas o menos de donde puede. Es decir, nos sentimos interpeladas por esas normas que son las conocidas, por más complejas y discriminatorias que sean. 

Ahí nos damos cuenta como activistas o como personas en proceso de deconstrucción, que quizás no podemos responder a todas las demandas y que está bien, hay algo del malestar que me parece que no es tan fácilmente tramitable en estos momentos y no hay estrategias claras sobre cómo tramitar esto.

Me parece importante sí seguir los consejos que dio el ministerio de salud en relación a la salud mental. Es super importante mantener las rutinas en la medida de lo posible, tratar de pensar que esto es transitorio, entre otras cosas.

Sinceramente creo que lo único que podemos es mantener  el apoyo en de las redes afectivas que tenemos como nuestra familia o con nuestros amigos mediante la virtualidad. En las redes sociales tampoco hay sólo violencia sino que también proliferaron muchos mensajes bastante esperanzadores sobre poder pensar algo distinto de eso poder disentir sobre los mandatos y estereotipos. Hay otros repertorios y sobre todo está la capacidad de disentir.

Muchas gracias por tus reflexiones. ¿Dónde podes leerte o escucharte? 

Me pueden leer en mi libro o en las publicaciones que hago en mi Instagram (@reinamiel). Me pueden escuchar en diferentes formatos: hay un montón de radio cut dónde estoy dando entrevistas y demás, y también estoy dando talleres de activismo gordx que son para cualquier persona y sin conocimientos previos sobre la temática. Es una experiencia muy linda. Lo estamos haciendo de manera virtual ahora y la verdad que a mí me encanta.

Y también no se me pone encontrar en casa Mora Talleres en Facebook o como Lux Moreno también en Facebook.

Creo que es martes

Creo que es martes

Creo que es martes

Ensayo por Paola Tamarit

Tengo que despertar a la nena que se acostó tardísimo porque todos los horarios están corridos pero lo mejor es tener una rutina dicen los profesionales de la tele ¿Tendrán hijos? Es casi imposible.

Así y todo, empiezo a despertar a mi hija. Tipo nueve y media logro que se levante y desayune. Es el límite porque a las 10 tiene el primer zoom del día. Primero tiene clase de Matemáticas y a la tarde le toca Inglés. Todavía le falta leer el cuento de inglés.

El zoom es otro tema. Hay que tenerla clara con el zoom y Classroom y yo ni idea. Después de haberla metido en reuniones equivocadas varias veces aprendí a hacerla entrar, descubrí cómo abrir la tarea, hacerla y que le llegue al docente. Cuando me equivoco a la niña le da vergüenza, se enoja, se frustra y me la tengo que bancar con cara de culo lo que reste de la sesión, de la tarde o, en el peor de los casos, lo que reste del día.

Hasta ahora sólo un día no tuvimos internet pero prefiero ni acordarme de ese día.

Empieza el “Tengo hambre, ma” y sé que llegó el mediodía. ¿Qué hago? Cocino algo mientras escucho cómo lee el cuento en inglés para el zoom de la tarde.

El perro hizo caca en el patio. Mi marido no lo vio al volver de hacer las compras y pisó la caca. La pisó y la desparramó por toda la casa. Lo limpia pero queda olor. Le pasa lavandina pero queda olor. La nena exclama “¡Qué olor, mamá!” como pidiéndome que lo resuelva pero yo estoy con la comida.

Almorzamos. Disfruto que estemos les tres a la hora del almuerzo. ¿Tendremos muchos más almuerzos así? ¿Cuándo se terminen los voy a extrañar? ¿Y si no terminan? Mientras la hija levanta los platos, el padre empieza a lavarlos. Aprovecho a chusmear el WhatsApp y encuentro 4 chats de trabajo.

Si me pongo ahora tengo 3 horas para laburar hasta que la nena vuelva a necesitar la compu para el zoom. No me puedo concentrar, de fondo chequeo que siga leyendo el cuento. Contesto un par de mails, hago 2 llamados, hago una lista de las cosas que quizás pueda resolver a la noche. ¿Qué hora es?

EL ZOOM. Ya estamos entrando tarde. No leyó el cuento entero ¿Cómo puede ser si está desde las 11 leyendo el cuento? Abrimos el zoom. Ella llora porque no “terminamos” el cuento. Me quedo con ella y en cuanto me relajo un poco me doy cuenta de lo mucho que me duele el cuerpo. Capaz hoy puedo hacer yoga.

Mi mamá me llama por videollamada de WhatsApp. Quiere verme, quiere charlar. Yo también quiero y le dedico todo el tiempo que puedo. Aprovecho que al zoom le queda un rato largo. ¿Cómo que ya terminó el zoom? “Si, mamá, y tengo tarea que no entiendo.” Miro las consignas mientras le sirvo una merienda que la haga tirar hasta la cena. No entiendo nada, yo no sé inglés.

La mando a bañarse. Ya se baña sola pero siempre necesita algo: el agua está muy caliente, el pelo largo se le enredó, se le metió shampoo en el ojo, salió toda mojada y no encontró la toalla.

Son las ocho y media. ¿Qué cenamos? Lo miro a mi compañero y me pregunta si cocina él. Le agradezco. ¿El me agradece cuando cocino yo? No importa, ya le agradecí y aprovecho para hacer yoga.

Cenamos, caigo en el sillón y pienso que todavía no hice la DDJJ y no pude ver cómo mierda se crea reunión en zoom. Me dan ganas de ponerme a ver una película, pero sé que me voy a quedar dormida. Será mañana.

Acuesto a mi hija, le leo, le prometo que mañana la ayudo con inglés y ya vamos a entender. En algún momento se duerme.

Querría salir con mi compañero, caminar por el río, deambular. Salimos al patio y fumamos. Charlamos y nos reímos un rato.

Un día más.