FENA

Nosotras, ¿paramos?

Por Eugenia Lasarte

En el marco del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, se realizan históricamente actividades de diverso tipo de visibilización de las problemáticas y desigualdades basadas en el género que expresa el sistema patriarcal y que oprime a millones de mujeres (y disidencias sexuales) alrededor del mundo. Desde hace algunos años, esta necesidad de dar cuenta la transversalidad de las cuestiones de género se transformó en una medida de lucha conocida como Paro Internacional de Mujeres, que se embanderó -entre otros conceptos- detrás de la idea “Nosotras movemos el mundo, nosotras lo paramos”.

La carga simbólica que trae aparejada esta idea del paro es de suma importancia, ya que evidencia, por un lado, la invisibilización socio-histórica de las mujeres e identidades femeneizadas (y su correlato: la subordinación en los diversos ámbitos de la vida cotidiana) y, por otro, el peso del movimiento feminista como actor socio-político fundamental. Sumado a esto, el paro de mujeres tiene, además, una carga material: la desigualdad en el ámbito laboral genera que, por ejemplo, la tasa de desocupación varía en más de 2 puntos porcentuales entre varones y mujeres del mismo grupo etario (30 a 64 años). Entre otros datos, la distribución de las tareas del hogar representa una desigualdad tan importante que el 75% las realizan mujeres (datos Encuesta Permanente de Hogares). Existen infinidad de datos cuantitativos que ilustran cómo opera el patriarcado en la vida cotidiana de las mujeres. Pero también existen trayectorias de vida que rescatar, porque en la particularidad de cada una, debemos encontrar la riqueza colectiva. Por las historias de las unas, son las de las otras.

En esta línea, construyendo poder popular, horizontal, con vínculos sororos, siento – en este día, y cada día- que hay de doblegar esfuerzos y ampliar la mirada por las compañeras que hoy no pueden ejercer un derecho tan propio, pero a la vez colectivo como el de realizar un paro: mujeres en situación de precariedad laboral, de violencia institucional y laboral, mujeres que sostienen el hogar sin que nadie haya reparado en sus deseos, en sus luchas, en sus dolores.

Si existiese alguna duda sobre la medida de fuerza, hoy nos empuja ser las cuerpas de aquellas que incluso con la visibilización que han conseguido los feminismos, siguen siendo explotadas en cada intersticio de su vida.

“Quien no se mueve, no siente sus cadenas”, esta idea de Rosa de Luxemburgo es tan potente que se reinventa en tiempos donde a muchas se nos están cayendo los velos de los vínculos de todo tipo. Este movimiento de liberación, o de explicitación de las opresiones, por supuesto que genera dolor, incomodidad, incertidumbre. Tenemos un sin número de cadenas alrededor de nuestras cuerpas, algunas más que otras. Este 8 de Marzo y cada día de militancia que llevamos adelantes, abracemos esas cuerpas compañeras. Para que el dolor no sea terror y para que sigan cayendo los velos.

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